domingo, 25 de noviembre de 2007

El fruto del Espiritu Santo: Mi testimonio como creyente.


Gálatas 5:16-24 (Versión LBLA):
Digo, pues: Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

Cuando hablamos del Espíritu Santo, hablamos siempre de 2 cosas, del fruto y del don. Cuando hablamos en la Biblia del don, hablamos de la manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas, pero sin embargo, cuando hablamos de la vida en el Espíritu Santo, hablamos del fruto. Es obvio, entonces, que estas 2 cosas son diferentes. La pregunta que recae ahora es: ¿Cuál es cada cual, y como las diferenciamos?
Ya hablamos de los dones en la sección anterior, ahora hablemos del fruto:

A. Reconociendo el andar en Dios:
Pablo comienza este contexto hablando de andar por el Espíritu. Es decir, que rechacemos lo antagónico al espíritu. ¿Y que es este antagónico? Antagónico quiere decir contrario, y lo que se identifica en el verso 16 es la carne. Es decir, que si tenemos una vida llena del Espíritu de Dios, andaremos de acuerdo a Su Espíritu Santo, y este se demuestra en la Biblia como un fruto. Καρπός karpos no es otra cosa que lo que sale de un árbol, pero dado en la mejor manera. Aquí es usado como karpos tou y específicamente es cambiado de obra a fruto, de la carne al espíritu, ya que en la carne actuamos en nuestra propia manera, y en el espíritu, actuamos de acuerdo al carácter de Dios incrustado por el Espíritu Santo en nuestras vidas. Y esto nos da una libertad de la maldición de la ley ceremonial así como tuvo que ser llevada por el pueblo de Israel (Romanos 10:4). Si somos guiados por el Espíritu Santo, la carne no actúa en nosotros, es decir, el carácter de Dios se denota en nosotros. Y si somos por la carne, no tenemos el carácter de Dios en nosotros.

B. La obra de la carne:
También se les conoce como vicios. Es más amplia que la obra del espíritu, por que la Biblia demuestra que el pecado abunda en nosotros, aunque la gracia sobreabunda. El énfasis que el Apóstol desea hacer es que tenemos que andar precavidos del ataque del enemigo en nuestras vidas, ya que este ataca más a los cristianos que a los no cristianos, debido a que los cristianos no son ya parte de su reino y el enemigo desea conquistarlos de nuevo para su reino.
Estas se pueden desglosar en pecados sexuales (v. 19), pecados relacionados con las religiones paganas (los primeros dos del v. 20), pecados del temperamento o carácter (los nueve siguientes) y pecados de ebriedad (los últimos dos).
Ahora pasemos a desglosar el fruto de la carne:
1. Inmoralidad: Se refiere a actos sexuales indebidos con otras personas que no sean los cónyuges de uno, es decir, adulterio.
2. Impureza: Aquí se refiere a un tipo de inmoralidad, es decir, cualquier cosa que no sea agradable a Dios en el acto sexual de la pareja.
3. Sensualidad: Es ser lascivo, es decir, que no ejerce cuidado propio hacia otros de índole sexual. Se puede referir a la coquetería en una mujer u hombre.
4. Idolatría: Adoración a falsos dioses. Es un pecado que desde la implantación de la ley en Éxodo 20 fue el primero condenado por Dios.
5. Hechicería: En griego se refiere a uso de fármacos, es decir, a drogas, pero esto se refiere a que los magos monopolizaban esto para hacerlo a su favor, por ende, llevaba a la adoración falsa las supuestas sanidades que ellos realizaban.
6. Enemistades: Es tener odio hacia una persona, no llevarse bien con alguien.
7. Pleitos: Pelear con la gente.
8. Celos: Tener envidia de una persona, de algo que tenga o algo que haga.
9. Enojos: Esto es rabia contra una persona por algo que la persona alcanza o hace.
10. Rivalidades: Es mantener contienda con una persona, pelear pero no solo 1 vez, sino mantener una discordia con la persona y nunca llevarse bien.
11. Disensiones: Es tener un espíritu divisorio. No andar de acuerdo con nadie.
12. Sectarismos: Es estar desunido del cuerpo de Cristo, atribuyéndose toda la verdad hacia su grupo o persona. Tiene mucho en unión con el espíritu de disensión.
13. Envidia: Desear destrucción a alguien o algo por alcanzar un éxito mayor que el que la otra persona tiene.
14. Borracheras: Perder el control de uno mismo por medio de uso excesivo de bebidas o drogas intoxicantes, es decir, exceso de alcohol y hasta medicinas que los médicos recetan por el bien del organismo y que son usadas abusivamente.
15. Orgías: Fiestas escandalosas, que lleven a cualquiera de las obras que ya han sido citadas anteriormente.
16. Cosas semejantes: Cualquier cosa que sea similar a las mencionadas anteriormente.

C. El fruto del Espíritu:
Estas virtudes son caracterizadas como fruto, en contraste con las obras. Sólo el Espíritu Santo puede producirlas, y no los propios esfuerzos. Otro contraste es que, aun cuando las obras de la carne aparecen en plural, el fruto del Espíritu es uno solo e indivisible. Cuando el Espíritu controla completamente la vida del creyente, produce este resultado. Las primeras tres conciernen a nuestra actitud hacia Dios, la segunda triada tiene que ver con nuestras relaciones sociales, y el tercer grupo describe los principios que guían la conducta cristiana:
1. Amor: Aquí la palabra en griego es Ágape, que es amor y preocupación propia entre los hermanos de la iglesia o la célula que perteneces, es decir, preocuparse los unos por los otros por su bienestar. No es Eros, que se refiere a amor entre una pareja de esposos ni philia que es entre los miembros de una familia.
2. Gozo: Viene de chara, de donde sale la palabra carisma, para los dones carismáticos. Es tener siempre buen humor y buen animo para todo.
3. Paz: Implica tener prosperidad, es decir, quietud en el espíritu, en este caso.
4. Paciencia: Soportar, aguantar, pelear la buena batalla (2ª Corintios 6:6).
5. Benignidad: Una persona de una inmoralidad intachable. El Espíritu Santo borra la agresividad de carácter de quien está bajo su control.
6. Bondad: Ser una persona que beneficia a los demás al conocerle, una persona virtuosa.
7. Fidelidad: Ser una persona de plena confianza, de convicción moral intachable, fiel a sus principios.
8. Mansedumbre: Ser una persona fácil para lidiar con ella, humilde, pero a la vez inquebrantable en sus principios. Como decía el chavo, Manso pero no menso.
9. Dominio Propio: Tener templanza, es decir, no quebrantarse fácilmente por lo que otros digan ni cambiar de opinión así por que si.
Si queremos aceptar a Cristo como Salvador, debemos apartarnos de nuestro pecado y clavar voluntariamente nuestros malos deseos naturales a la cruz. Esto no significa, sin embargo, que nunca más volveremos a ver rasgos de estos deseos nuevamente. Como cristianos todavía tenemos la capacidad para pecar pero hemos sido liberados del poder del pecado y no debemos dejarnos dominar por él. Cada día debemos entregarle nuestras tendencias pecaminosas a Dios y a su control, clavándolas en la cruz de Cristo, y momento a momento aspirar el poder del Espíritu para sobreponernos a ellas (Gálatas 2:20;  6:14). Dios está interesado en cada parte de nuestras vidas, no sólo espiritual. Al vivir por el poder del Espíritu Santo, debemos rendir cada aspecto de nuestra vida a Dios: emocional, física, social, intelectual, vocacional. Pablo dice: ¡Eres salvo, por lo tanto, vive de acuerdo a esta realidad! El Espíritu Santo es la fuente de su nueva vida, de modo que camine con Él. No permitas que nada o nadie más determine sus valores y normas en cualquier área de su vida. Todos necesitamos cierta medida de aprobación de otros, pero aquellos que se apartan de la senda de Dios, en busca de honores o para ganar popularidad, muestran que no son guiados por el Espíritu Santo. Aquellos que esperan la aprobación de Dios no necesitarán envidiar a otros. Por ser hijos e hijas de Dios, tenemos su Espíritu Santo como la garantía amorosa de su aprobación.

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